Dije nunca y el
tiempo
nos ha contagiado la risa
¿recuerdas qué veían mis
ojos
cuando te miraban aquel agosto?
Te aluciné como a un
oasis y te quedaste,
te dije “mira todos mis
rincones”
y te pusiste a limpiar el
polvo.
Con papel de lija por
piel
consigues hacerla
terciopelo,
deshacerme junto con el
humo
que sale de tus
carcajadas.
Sé que siempre volverás
aunque no llegues a irte,
eres la paz del amanecer
en la playa
y de después de un
bombardeo,
de una calada,
o un mensaje
“ya estoy en casa”.
Se acabó el
contorsionarme
para contentar a un
público que no es el mío
en el circo que montarías
tú.
Ya no más “hazme daño
si así te curas”.
No, tú has cumplido todas
las promesas
sin llegar a hacérmelas
siquiera.
Y eso sí que tiene
gracia.
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