Me he pintado las uñas
con la última canción que
me cantaste.
Me he derretido en la
encimera
esperando el amanecer
que en vez de llegar
se ha reído de mí
pintando el cielo
del color de tus ojos
y la noche
del de tu alma.
Quiero encontrar el
pliegue y tirar
que te vayas
desenrollando como una cinta
que dentro tiene grabada el
código
con todas las cosas que te
quedaron por contar.
Coger la lupa y sentarme
a observar.
Sin prisa, pero sin
quitarte los ojos de encima.
Y debajo, el miedo
tiñéndolo todo
de la única
incompatibilidad nuestra,
y que importa.
Pero no me mires así
que lo haces todo muy
bonito
y vas a tener que
devolverme mis resoplidos,
esos que te dejé
prestados
y de los que te has
apropiado
como un niño robando en
una tienda de caramelos.
En
serio, no me mires así
que sabes verme demasiado
y voy a tener que reconstruir las paredes
que hice de los ladrillos
que me ibas regalando
envueltos en papel bonito,
con la confianza que me obligaste a darte,
lazos de seda
y tarjetas de enhorabuena.