jueves, 27 de abril de 2023

Qué pena que solo seas cobarde (y) conmigo

 










¿Quién escribe ahora tu nombre
en la ventanilla empañada del coche?
De ella no te da miedo enamorarte.

Yo prefiero vivir valiente
que en un amor cómodo,
poder ser plenamente
a que quieran solo una versión de mí.
 
Tú no, y no pasa nada.
Literalmente, lo que pasa es nada,
solo el tiempo y que te quiero
a pesar de él
del sonido de tu silencio
que sonará en mi entierro,
del camino que recorro
de la mano del calor que me dejó la tuya.
 
Y le nieva encima
y aún así me quema
y pasan más manos
y la que espero
es la que más pesa,
la que nunca llega.
 
Tú solo me das un abrazo
y me pides perdón.
Yo hago que no quiero pedirte permiso,
excedencia de esta mierda,
que nos olvidemos de todo
y volvamos a febrero,
en un bar cutre de pueblo
comiéndonos por los ojos
y luego a besos,
respirando tu aliento,
tragándome tu saliva
como si fuera la mía;
que yo tampoco he vuelto
a aquello con nadie
pero voy a mentirte y decir
que nunca pienso en esa vida.
 
Ninguna de las opciones que quiero
están sobre la mesa,
la botella se vacía
y yo con ella.
Me derramo también por el suelo
y no, nada de esto me sirve de algo.
 
No me dueles, aunque me alteres.
Te superé, pero no mi piel
y no vuelvas a decirme que me quieres
sabiendo que no vas a repetirlo por la mañana
enredando tu pierna con la mía,
con las sábanas,
con las ganas.
 
Nunca volveremos a febrero,
ni al bar de aquel pueblo
y sin embargo,
sigues mirándome igual
- aunque a quien miras
ya no está.