¿Será que el culpable de
todo esto
fue un poema?
Ni tú, ni yo,
solo mi necesidad
irrevocable de ser,
solo ser
y que se quede quien
quiera
y quien no,
fuiste tú.
Culpa de quien sea
o dejemos de ser,
del pecador que lanzó la
última piedra
del ciego que no quiso
ver
de que con la cabeza en
tu pecho
se pensaba mejor
y el amanecer nos daba
las buenas noches.
Sea como sea, ambos
tenemos otras.
Otras tantas, otras
cuantas.
Solo otras, otras, otras
porque aquí no queda nada,
dos opciones:
Ver como nos comen los
gusanos
o seguir caminando tras
el funeral.
Esta vez no me quedo
-podría-
pero esta vez no lo
siento.
Necesitaba que pasara
y necesitaba tanto verlo
pasar,
que intenté poner culpa
donde solo debió haber causalidad.