lunes, 30 de marzo de 2020

Echarte, no salir



Lo que siempre supimos
es lo que jamás tuvimos
pero estabas conmigo.

Una decisión que tomar
y nada con la que mezclarla.
Nos contaron que moriríamos
el día que se apagase el sol
y resulta que no necesito luz para crecer.

¿Cuántas veces necesitas ponerme la soga al cuello
para darte cuenta de que no voy a morir por ti?
Tu suicidio solo cambió el sonido el viento.
Abonaste mis rosas sin saberlo
y ningún Principito va a hacerlas suyas.

Libre en mi encierro
donde no caben toros sin cuernos,
con las cuerdas en el suelo
y las notas perfectas sin afinar.

Empiezo a ver mi futuro dibujado en una cartulina
y no puedo mirarte sin cambiar de opinión.
Tirarte a la basura y comprar un lienzo nuevo,
tan pequeño que pueda
pintarlo de amarillo entero.

Como la luz de una luciérnaga
que se libera y vuela
entre las lilas y las velas
como moratones y esquelas.

lunes, 16 de marzo de 2020

Cosmos





















Hazme nadar en gelatina
y voy a obligarte a andar descalzo
sobre seda
por mis piernas.

Une nuestras clavículas con una cuerda
y colúmpiate;
sigue metiéndote en mi llaga
a hacerme cosquillas.

Transforma la sal de esta orilla
en contra de mi voluntad,
como si hubiera un montón de duendes
en cada mejilla
tirando de mis músculos
hasta dibujar una sonrisa
que casi siempre
conviertes en carcajada.

Acaricia mis fobias,
haz reír a mis inseguridades,
e intentaré comprender
todos los universos que abarcas.

Leas cuando leas,
mi mejor obsesión sigue siendo
las constelaciones de tus lunares
que tú mismo desconoces.

Hazme lienzo
y píntame entera de ti
hasta que desaparezcan todas las escaleras
y vuelvan los aviones.

Lo que corre por tus venas
no es solo polvo de estrellas.

No sois todos, pero callad, que sí que somos todas





















He enseñado los dientes,
desnuda y furiosa
hasta que me han sangrado las encías.

Me han visto llorar y creído débil
hasta que me oyeron gritar
cuando te cosía las heridas que más duelen.

Te han disparado a ti
y les he restregado mi sangre por la cara,
como si me quedase algo de odio que declarar. 

He saltado encima de sus espaldas mientras dormían
porque creen que las perras que ladran no muerden
y no nos conocen.

Han intentado marcar nuestra piel
y hacernos cómplices
y culpables
y qué hacías tan sola
y por qué explotas tus derechos
y qué asco damos.

Y ahora que hemos hablado
queda muy poco de vosotros,
esta es nuestra era
y no cabéis en ella;
y ahora sí:
No volveremos,
nunca más,
a mantener silencio
mientras nos hacéis gritar.