Casi puedo descifrar tus
pupilas
entre la niebla y la
falta de ganas.
Acariciando las teclas
me creo poema y persona
¿cómo hemos llegado hasta
aquí?
Te has dejado todas las
luces encendidas
y cuatro broncas en lo
alto de la estantería.
Esto no puedes esconderlo
debajo de la manta del sofá.
Te han crecido antenas,
cola y caparazón
según he dicho “a lo
mejor, luego”
y tampoco te echo tanto
de menos.
Total, ni siquiera te
conozco.
Me rompo, por favor no me
reconstruyas
como tú quieres que sea.
Por favor, no me corrompas
que ya estoy oxidada de
caricias
de las que dejan
moratones
y cicatrices con nombre.
Largo,
corto por lo sano
y me guardo lo podrido en
el bolsillo:
No quiero volver a
mirarte.
Lo que pensaba que era
humo
resultaste ser tú.