¿Quién escribe ahora tu
nombre
en la ventanilla empañada
del coche?
De ella no te da miedo
enamorarte.
Yo prefiero vivir
valiente
que en un amor cómodo,
poder ser plenamente
a que quieran solo una
versión de mí.
Tú no, y no pasa nada.
Literalmente, lo que pasa
es nada,
solo el tiempo y que te
quiero
a pesar de él
del sonido de tu silencio
que sonará en mi
entierro,
del camino que recorro
de la mano del calor que
me dejó la tuya.
Y le nieva encima
y aún así me quema
y pasan más manos
y la que espero
es la que más pesa,
la que nunca llega.
Tú solo me das un abrazo
y me pides perdón.
Yo hago que no quiero
pedirte permiso,
excedencia de esta
mierda,
que nos olvidemos de todo
y volvamos a febrero,
en un bar cutre de pueblo
comiéndonos por los ojos
y luego a besos,
respirando tu aliento,
tragándome tu saliva
como si fuera la mía;
que yo tampoco he vuelto
a aquello con nadie
pero voy a mentirte y
decir
que nunca pienso en esa
vida.
Ninguna de las opciones
que quiero
están sobre la mesa,
la botella se vacía
y yo con ella.
Me derramo también por el
suelo
y no, nada de esto me
sirve de algo.
No me dueles, aunque me
alteres.
Te superé, pero no mi
piel
y no vuelvas a decirme
que me quieres
sabiendo que no vas a
repetirlo por la mañana
enredando tu pierna con
la mía,
con las sábanas,
con las ganas.
Nunca volveremos a
febrero,
ni al bar de aquel pueblo
y sin embargo,
sigues mirándome igual
- aunque a quien miras
ya no está.
No hay comentarios:
Publicar un comentario