Supe irme de donde solo quería echar raíces,
pero ahora…
Báilame entre los hilos que no pudiste mover
para conseguir tenerme justo así.
Bájame la guardia, las bragas y los humos.
Dime que tienes miedo,
repítemelo al oído.
No voy a convencerte,
con vencerte me basta
y con verte.
Viérteme entera en tu taza,
bébeme a sorbitos
como si fuera yo la que quemara.
Con el sol lamiéndome la cara,
te busqué en la playa,
quise convertirme en arena
a ver si tú, siempre mar,
me acariciabas antes de irte
y como sus olas,
vienes y vas,
vienes y vas,
vienes y vas.
Te busqué en otra boca
y no te encontré.
No se evaporó la gente del bar
cuando dejamos de bailar
ni dejó de sonar música
cuando me fue a besar.
Te encontré en un rincón
sentado en el suelo
con la cabeza entre las rodillas
y abrazándote fuerte,
como si te fueras a desmoronar
igual que una torre de naipes
si dejases de sujetarte.
Te encontré ocupando dos sitios
-el tuyo y el mío-
y no me miraste siquiera
al apuntar con tu dedo a la puerta.
No me quedé a ver qué pasaba después,
si dabas en el blanco
o te apuntabas a ti.
Lo que importa(s) aquí
es que se ha desangrado
lo que nunca supimos nombrar
y ya nada de esto tiene sentido.
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