He enseñado los dientes,
desnuda y furiosa
desnuda y furiosa
hasta que me han
sangrado las encías.
Me han visto llorar
y creído débil
hasta que me oyeron
gritar
cuando te cosía las
heridas que más duelen.
Te han disparado a
ti
y les he restregado
mi sangre por la cara,
como si me quedase
algo de odio que declarar.
He saltado encima de sus espaldas mientras dormían
porque creen que las
perras que ladran no muerden
y no nos conocen.
Han intentado marcar
nuestra piel
y hacernos cómplices
y culpables
y qué hacías tan
sola
y por qué explotas
tus derechos
y qué asco damos.
Y ahora que hemos
hablado
queda muy poco de
vosotros,
esta es nuestra era
y no cabéis en ella;
y ahora sí:
No volveremos,
nunca más,
a mantener silencio
mientras nos hacéis
gritar.
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