Abracadabra,
no hay pata que valga
a un perro muerto
y a un cabrón tranquilo.
Hoy quiero olvidarme de tu
nombre,
quiero dejar de recordar cada palabra
que ha salido de tu boca,
como si fueran putas
balas
hasta clavarse en mi estómago.
Con los pelos de pu(n)ta
me cubro las orejas con la
almohada
que todavía tiene tus
iniciales bordadas.
Me alejo de mi cuerpo
al ritmo de tu voz.
Soy el cuadro de tu casa
nueva,
pintada sin mí,
adornando mi ausencia,
convirtiéndola en regalo.
Soy cada vez que te olvidas de
mí
y solo estoy
cuando cierras la puerta y
bajas corriendo la escalera.
Hoy quiero acordarme de mi
nombre,
arrancar su sonido del tuyo,
mi piel de tus uñas;
que mi madre no vuelva a
preguntarme
por qué ya no escribo.
Quiero ser la dueña de mi
propio ser,
no volver a quitarme una
astilla con tu forma.
Los ojos que un día fueron
mares
son ahora imanes
al centro del huracán.
Y yo, automáticamente,
convertida en metal.
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